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Por Scarlett Lee
Como pequeños flashazos llegan los recuerdos de mi infancia. Unas veces por la añoranza de aquella inocencia que no me dejaba cometer errores, tener preocupaciones y sufrir por amores no correspondidos. Otras veces, en conversaciones de grupo en la que narramos nuestras peripecias de la niñez con sonrisas en los labios y ante el asombro de los oyentes, que nunca imaginan que seas autor intelectual de tal y más cual travesura.
Recuerdo cómo fui activista destacada en los juegos de las cuatro esquinas (especialmente cuando no había corriente), de damas, de parchí, carreras en zancos, bolas (canicas) y por supuesto, de los juegos a las casitas con aquellas muñecas hechas de trapos y las cuquitas de papel. Sigue leyendo