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Por J. Loo Vázquez
Desde uno de los bancos de la Plaza de Marte, entre la bondad de la sombra que proporciona una de las dos pérgolas y la escasa brisa tropical, Melba refresca el intenso calor que aún en septiembre azota a quienes viven en la ciudad de Santiago de Cuba.
Muy cerca de la escalera que miles de personas atraviesan cada día, cuando recién se bajan de las camionetas, ella se deleita con el incesante ir y venir de la marea de santiagueros y santiagueras: la madre que casi “vuela” con el niño en brazos para no llegar tarde a su trabajo, los cientos de profesionales con uniformes de la Empresa Eléctrica, ETECSA o del Banco, también los jóvenes que hacen suyas las calles con sus vestuarios marrones de preuniversitarios o amarillos de secundaria. Sigue leyendo