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Por Yuris Nórido
Nadie concebía que Leonardo di Caprio ni ninguna de las estrellas de Hollywood pudiera pasearse por estas calles.
Pero los tiempos han cambiado, y en algunos casos de manera radical. Cuba ya no es un destino prohibido, censurado por la política y el enfrentamiento con los centros neurálgicos del poder económico en el mundo. Cuba es ahora mismo un destino de moda para las celebridades de todo el mundo.
Todo el mundo quiere su foto con el Malecón de fondo, en un automóvil estadounidense de los años cincuenta (uno de los símbolos indiscutibles de La Habana), cenando en los numerosos restaurantes privados (algunos de ellos, como la célebre Guarida, nada tienen que envidiar a establecimientos de Nueva York o París por la calidad de la carta y el alto estándar de la concurrencia), asistiendo a centros nocturnos, rodeados de fanáticos.
El restablecimiento de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos ha sido un pistoletazo, aunque los artistas estadunidenses todavía tienen que pedir licencias especiales para venir a la isla.
Pero mucha gente quiere ser testigo del “deshielo” de un enfrentamiento de décadas. Y se han encontrado con un pueblo perfectamente informado, al tanto de la farándula internacional.
Parece mentira, pero alguna gente en el mundo todavía cree que los cubanos están aislados de la “farándula” internacional, como si se tratara de los habitantes de Corea del Norte. En Cuba, toda la vida, se han visto las películas estadounidenses —las buenas, las malas y las regulares—, se ha escuchado la música de ese país.
La revista Vanity Fair ha divulgado algunas de las fotografías que la gran Annie Leibovist le hiciera a Rihanna hace algunos meses en las calles de La Habana. En una de ellas se muestra a la cantante rodeada de una multitud curiosa y entusiasta: no todos los días uno puede codearse con una estrella internacional.
Pero no solo están viniendo las figuras más rutilantes de la constelación de la industria cultural. El pasado fin de semana, por ejemplo, se celebraron dos conciertos de artistas consagrados, entre los mejores del mundo: el pianista chino Lang Lang y la cantante portuguesa Dulce Pontes.
La calurosa acogida del público es testimonio de que no solo se aplauden a las estrellas del cine y la industria de la música, portadas habituales de revistas glamorosas, sino también a artistas de auditorios más selectos.
A lo mejor es solo una “furia” pasajera, fruto de las circunstancias, pero todo parece indicar que cada vez vendrán más famosos a Cuba, atraídos por lo novedoso de un destino, pero también por el riquísimo y complejo acervo cultural e histórico de un país que se abre al mundo.
(Tomado de http://www.bbc.com/)