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Por Joel Macías Rivas
Mi amigo Norman es trabajador por cuenta propia, él tiene una moto “que me da el diario para vivir pero te aseguro, y tú lo sabes, que tengo que trabajar durísimo”.
A Norman me lo encontré en la tarde del viernes en la “piquera” de Rajayoga, el barrio donde vivo en la zona este de la ciudad de Santiago de Cuba; eran las 6.15 PM. Mientras le caía algún pasajero me senté en uno de los muros de aquel parquecito, en la calle central del reparto, y conversamos de muchísimos temas, de su familia y de “los galleguitos” como suele calificar a la mía; hablamos del negocio que ya “hoy le saqué más de 500 pesos”, me aseguró.
No sé, sinceramente, si mi amigo paga el impuesto, esa “obligación” ciudadana que una buena parte de los motorizados en Santiago de Cuba violan, sin embargo, me asegura que “como revolucionario estoy dispuesto a cumplir cualquier tarea, siempre lo he hecho, pero hay muchos problemas que resolver porque la gente solo quiere vivir del invento y no trabajar…”, apreciación que, definitivamente, no es absoluta. Sigue leyendo