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Por Jesús Álvarez López
El plagio está en la esencia de la vida. Diría que sabe más quien plagia mejor, se nutre de todos y le adiciona su sello original. “Plagio, luego existo” tituló uno de sus libros mi querido amigo, Carlos Fundora, humorista de risa silenciosa, con quien coincidí sin saberlo por primera vez en la sala de Neanotología del Hospital Materno de Santa Clara, en el momento de nacer, el 30 de julio de 1961, hace exactamente 55 años, aunque fue 18 años después que nos conocimos personalmente en la Universidad Central de Las Villas, en el aula de Filología.
Hay plagios que logran engañar. Todavía me remuerde la conciencia haber creído, con la inefable seguridad en ti mismo de la adolescencia, que “El millón de amigos” no era de Roberto Carlos, sino de José Valladares, algo que me sirvió para no errar más tarde pensando que una tal Celia Cruz le había plagiado “La vida es un carnaval” a un joven y entonces inexperto salsero cubano.
El plagio inteligente, ese que se nutre sin ínfulas de lo mejor de los demás para enriquecerlo le hace falta al mundo, pero no el burdo plagio, el que copia y pega y hasta se olvida de dar los créditos con evidente intención de asumir la “patente”. Por eso cuando escucho “Saque usted sus propias conclusiones” me acuerdo de su modesto y talentoso creador Eduardo Dimas.
De todas formas, no pretendo ni mucho menos pasar por un puritano original porque podría desmentirme hasta mi tío René Álvarez, el sinsonte de Antón Díaz, quien me dijo un día al escucharme, “le agregaste algo pero esa décima es mía”. Claro, todo quedó entre risas de familia. ¡Que lance la primera piedra aquel que jamás haya plagiado nada!.
O sea, que no escribo en busca de castigos ni regaños para todos los que plagian, porque a fin de cuentas, este mundo necesita plagiar la bondad y extirpar todo lo ruin que lo magulla por original que se nos presente.
Pero escribo mi crónica porque me pica escucharle a Barack Obama, con innegable talento para la oratoria, como repite constantemente: «Yes, we can». Y hasta vino a la Habana a decirlo en Español “SI SE PUEDE”.
Pero esa frase, lo recuerdo muy bien, la acuñó Raúl Castro Ruz en 1994, cuando Obama ni soñaba que sería presidente, en otro momento de peligro para Cuba.
El SI SE PUEDE de Raúl Castro penetró entonces las entrañas de la gente, y bueno….CLARO QUE PUDIMOS.
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