Hablar de revoluciones, revolucionarios y socialismo, parece ser que pasó de moda hace tiempo. Bueno, permítanme rectificar, porque depende del discurso que utilices e intereses y conceptos que proclamas. No es exactamente que no puedas hablar de revoluciones y socialismo, es que hay determinadas condiciones sine qua non para ser reconocido, legitimado y tolerado en determinados espacios académicos y sociales, hablando de estos temas. Es como tener en cuenta los 10 mandamientos bíblicos o en el otro extremo tener que guiarte por el Manual de Economía Política soviético.
Por ejemplo se habla bastante de las revoluciones y revolucionarios de “colores” que se emancipan de las “injusticias” derrocando por la fuerza gobiernos progresistas (tiranos) legitimados en elecciones democráticas y quemando vivos a los que apoyan ese gobierno que eligieron. Estas “revoluciones” son proclamadas en el altar de la libertad de prensa y de expresión, que son los grandes medios de (in) comunicación masiva, como paradigmas libertarios y ejemplos de “resistencia pacífica” ante la intolerancia de las clases bajas y peligrosas (en palabras de Inmanuel Wallerstein) que deciden tomar lo que históricamente le expoliaron en nombre de “igualdad, libertad y fraternidad”. Sigue leyendo