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Por María de Jesús Chávez Vilorio/Sierra Maestra

Sierra Maestra indaga sobre los jóvenes vinculados al sector no estatal

Mucho se ha hablado en nuestro país del sector no estatal y sus pros y contras. El 7 de diciembre de 2018, entraron en vigor nuevas reglamentaciones para modificar el Trabajo por Cuenta Propia (TCP), modo de empleo que suple una serie de necesidades, a nivel económico y social, no solo para las personas involucradas sino también para el país. Sobre el TPC y los jóvenes santiagueros, va este trabajo.

Una mirada rápida a los números
Bajando la santiaguerísima calle Enramadas, salta a la vista de cualquier transeúnte que el sector no estatal en nuestra ciudad fructifica y prospera. En cada puerta o ventana parece haber un taller de celulares, un cartel señalando que allí se imprime cualquier cosa y se hacen fotos, una venta de zapatos artesanales o una cafetería o restaurante. Puede decirse que la calle principal de nuestro Santiago ha sido tomada por este sector. Y muchas de las caras que ofrecen servicios son, indudablemente, jóvenes.
Según estadísticas facilitadas a Sierra Maestra por la Subdirección Provincial de Atención y Control al Trabajo por Cuenta Propia del Ministerio de Trabajo santiaguero, de un total de 35 862 trabajadores vigentes en el sector no estatal, 11 715 son jóvenes menores de 35 años, para un 32,7%. El porcentaje de jóvenes en el TCP a nivel de municipio oscila entre el 25% (Guamá) y el 34% (Santiago de Cuba), cifras que no están muy alejadas entre sí y que demuestran que el promedio se mantiene estable en los nueve municipios del territorio.
Según los números arrojados por esa oficina, la mayoría de estos jóvenes se encuentra como trabajador contratado en alguna actividad, lo cual es comprensible cuando se piensa en las inversiones necesarias para comenzar un negocio, recursos que casi ningún joven posee. Sin embargo, la iniciativa juvenil en estos aspectos no puede ser menospreciada, hay muchos jóvenes propietarios de establecimientos exitosos.
Otro de los beneficios del TCP se demuestra al analizar las cifras de personas desvinculadas que se unieron a la actividad. Al cierre de mayo de 2019, esta lista agrupaba en Santiago de Cuba nada menos que a 20 085 personas.

Los jóvenes hablan
Sierra Maestra indaga sobre los jóvenes en el sector no estatal, y para eso comienza por detenerse ante una ventana en Enramadas entre Reloj y San Agustín, donde un rostro ya conocido e invariablemente sonriente ofrece zapatos cada día. Se trata de Yaimaris Serrano Reyes, de 26 años, quien labora como “trabajadora contratada en producto y venta de calzado”, como señala su carnet.
“Antes de llegar aquí, estudié ¡de todo! Cuando terminé el pre, fueron cursos y más cursos. De peluquería, de computación, de gastronomía, y de asistente educativa. Dos fueron por la FMC; los otros, por otras vías. Entonces hace dos años no estaba haciendo nada, estaba desvinculada. Me llamaron por teléfono un día, y me dieron este trabajo.
“No voy a entrar en números, pero este trabajo es más fructífero que lo que hacía para el sector estatal. Además, uno aprende mucho. He aprendido acerca del calzado, de manejar el dinero de los clientes, del trato hacia ellos… en fin. Siempre sonrío porque soy así, pero también porque eso hace que el cliente tenga deseos de entrar aunque sea a mirar lo que tienes. Hay que atraer al cliente con la calidad del calzado y diversidad, sí, pero también con un trato agradable”.

Abdiel Talabarteria Santiago de Cuba Sierra Maestra

Abdiel Segura Rodríguez, trabajador contratado en la actividad de Talabartería

Abdiel Segura Rodríguez es trabajador contratado también, en la actividad de Talabartería, y radica en el Callejón del Carmen. Su trabajo es vender el producto final, pero “en el cuentapropismo se aprende rápido. Ya estoy aprendiendo a trabajar yo mismo el cuero. Creo que eso es bueno para el país porque así las manualidades y las tradiciones no se pierden, eso ayuda a las personas a tener dónde escoger y claro, ayuda a la cultura. Porque los oficios también son cultura.
“Yo me gradué de obrero calificado. Soy soldador. Nada que ver con el cuero. Ahora mismo creo que el sector no estatal me está aportando más a mi realización personal. No dejaría esto porque además me gusta”.

Y hablan los jefes
Otra que tiene mucho que decir sobre lo que aprenden los jóvenes en su establecimiento, es Mildredis Cruz Cruz, la administradora del restaurante La Karreta; donde la fuerza de trabajo joven tiene gran presencia; quien en ausencia del titular del negocio nos da la bienvenida y la entrevista:
“Tenemos trabajando 10 jóvenes menores de 35 años. Llegaron a través de la iniciativa propia: ya tenían experiencia en otros restaurantes o se acababan de graduar en alguna especialidad gastronómica y buscaban trabajo”.
SM- ¿Qué requisito debe tener un joven para trabajar aquí?
“Lo ideal sería que todos los que llegan tuvieran alguna formación en este sentido, ya sea como dependientes integrales o en el área de la cocina. Generalmente, por las especificidades del trabajo, los de la cocina sí tienen esa formación. No es igual en el caso de las dependientes, de hecho, no es un requisito indispensable.
En el caso de las dependientes las buscamos todas mujeres, de preferencia, menores de 30 años, aunque pueden hacerse excepciones. Preferimos que tengan una presencia física adecuada, y un buen léxico. He escuchado sobre lugares que exigen un cierto color de piel y demás, eso no nos interesa para nada y francamente, en una ciudad tan mestiza como Santiago de Cuba sería discriminatorio, imposible y bastante tonto. Obviamente, si una muchacha de más de 30 años trae un buen curriculum o si alcanza con nosotros esa edad, no nos fijamos en eso. No se puede ser inflexible.
Si traen el conocimiento en otro idioma, lo valoramos mucho. La destreza en el servicio se aprende. Contamos con capitanas, cada turno de trabajo tiene dos; son trabajadoras con mucho más tiempo de trabajo en este restaurante y les enseñan.
SM- ¿En qué medida la formación en La Karreta contribuye a la formación integral de los jóvenes?
M- Casi todos llegan aquí con un doce grado o su equivalente. Y no todos llegan con la actitud adecuada para contribuir activamente en la sociedad. Acá se acaban de formar, con el intercambio con el cliente, con la exigencia, con la ética de trabajo… cambian. Y se puede ver el cambio.
A eso hay que darle valor cuando se habla del TPC: ha contribuido tanto en la formación y superación individual de muchos jóvenes, como a que muchos jóvenes desvinculados, que podrían llegar a ser un peligro para la sociedad, encuentren un trabajo perfectamente legal que se adecua más a los estándares económicos a los que aspiran.

El TCP se sigue presentando como una opción viable para la juventud cubana, que contribuye a su realización personal y económica; a la vez que aporta a la economía del país. Los jóvenes cuentapropistas cubanos, una vez más, demuestran que la juventud no está perdida, que las ganas de trabajar y la ética profesional no mueren, aunque no se tenga un título universitario y el camino parezca distinto al que tomaron nuestros padres.
Lo importante, al final de cuentas, sigue siendo aprender, mejorar, superarse, y trabajar en firme por las metas.