Tomado/Blog Puntos de Vista
Tratar de capitalizar la situación que se vive hoy con mezquinos fines políticos hoy se convierte en un crimen de lesa humanidad.
Nunca antes la civilización había enfrentado una situación como la que hoy vivimos. Antes epidemias de peste, cólera, tifus y otras diezmaron la población de países, y en algunos casos de continentes. Pero una epidemia de carácter global como esta, nunca.
La gran dispersión del SARS-CoV 2 ha tensado la capacidad de reacción de la medicina contemporánea, en una situación donde la disciplina de las personas en aplicar medidas de aislamiento, la solidaridad entre individuos y países, así como las acciones de apoyo a los desvalidos de cada lugar por parte de los gobiernos, resultan esenciales.
Además, los efectos económicos de la pandemia de COVID-19 pueden ser muy serios, pues la producción de mercancías en la mayoría de los países del mundo está detenida por las medidas de aislamiento y cuarentena social.
Por eso la virulenta postura de Donald Trump y su camarilla es condenada por casi todo el mundo, que reclama el levantamiento del bloqueo durante la pandemia, por razones claramente humanitarias.
Entonces resulta sencillamente demencial la postura de quienes llaman a salir a las calles para recoger firmas, promueven reuniones y actos de desobediencia y llaman a desconocer las muchas acciones de control de la epidemia y de beneficio social que desarrolla el Estado Revolucionario cubano.
¿Que quienes son estos dementes inhumanos que ponen en riesgo a sus coterráneos en medio de una emergencia sanitaria? Pues los miembros de UNPACU, encabezados por José Daniel Ferrer.
Si de veras les preocupan los cubanos en medio de esta pandemia, deberían emplear sus fuerzas como mensajeros para llevar alimentos y apoyar en sus necesidades a los ancianos que viven solos en sus comunidades, o como trabajadores voluntarios para los servicios en los centros de aislamiento, por ejemplo.
Pero no, por eso no les pagarían sus financiadores en Estados Unidos.
Y mientras los miembros de filas de su grupito salen a las calles a promover desconfianza, recoger firmas y diseminar la epidemia visitando a personas para ganar sus dolarcitos, su jefe permanece aislado, tranquilo, cuidándose, porque él ha acumulado suficientes reservas para asumir la cuarentena, mientras elucubra como cumplir las instrucciones de quienes le pagan.
Vano esfuerzo, porque los cuerdos, los solidarios y los agradecidos somos más.