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Clase magistral ofrecen nuestros científicos cada vez que comparecen en la televisión y explican, con lenguaje comprensible, los desvelos de los centros de investigación, sus hombres y mujeres, en las diversas ramas, variantes, medicamentos; en la búsqueda de un diagnosticador propio, de una vacuna, del interferón nasal; todo para ganarle la batalla a esta enfermedad desconocida.

Ante ello, como ante el resto de tanto ser humano valioso, se desinflan los egos mediocres; las voces parásitas que se adhieren a voces nobles para adquirir visibilidad; los vulgares ofensores; los reductores de cabezas, que necesitan a los indiferentes; los que subvierten una causa noble para contaminarla; los que, en fin, nos llaman «focas amaestradas» cuando aplaudimos a las nueve de la noche, a quienes así expresamos agradecimiento.

Me confieso DOMESTICADA, pero de una forma que ninguno de esos que describo podrá nunca entender: por quien se entrega a los demás…

Aquellos, no se preocupen, entre las decenas de preguntas que hace el personal de la Salud, y todos los que se desvelan, hay una que no les harán: ¿Me aplaudes?