Cada vez es mayor la necesidad de lograr armonía entre la Iglesia y el Estado. Con el paso de los años hemos aprendido que para construir una sociedad que responda a los intereses de todos y defienda sus derechos, la fe necesita caminar junto a los gobiernos, con respeto mutuo y en pos del mejoramiento humano.
En Cuba este es un anhelo que avanza y se consolida.
Hace unos días se desarrolló en Santiago de Cuba el Coloquio: La Iglesia en el Espacio Público, donde se debatió sobre la Libertad Religiosa.
Años atrás esto sería impensable. La libertad de credo (creencia) se establece en la Constitución de 1976, se mantiene en la enmienda de1992 y en la del año 2018 se reafirma y amplía. En esta se plantea que las personas pueden vivir su fe sin estar sujetos a prejuicios o discriminaciones, según la ley.
Precisamente, y bajo la premisa del diálogo, alrededor de treinta personas, representantes de más de dieciocho denominaciones religiosas, se dieron cita en la Sala 1 del Complejo Cultural Heredia para hacer públicas sus opiniones.
«Este es un tema con mucha connotación dentro y fuera de Cuba debido a los diversos criterios que existen al respecto», dijo a Sierra Maestra, Ismael Laborde Figueras, obispo de la iglesia Luterana y organizador del encuentro.
«El objetivo ha sido presentar nuestra realidad desde la visión de la Iglesia, con base en los dos aspectos que integran la libertad religiosa: libertad de credo y libertad de organización.
Evaluamos elementos desde los puntos de vista Bíblico, Teológico y Jurídico a sabiendas de que desde los años 90 se mantiene el diálogo con autoridades y representantes del Partido y Gobierno cubanos.
«Hemos contado con la presencia de un grupo de personas conocedoras del tema, investigadores, pastores, profesores universitarios, creyentes y no creyentes, un aspecto muy interesante que enriqueció el intercambio», concluyó.
En poco más de dos horas fueron expuestas las razones por las que se vuelve indispensable la libertad religiosa. «No se debe alentar la elección de una religión por encima de otra». «El irrespeto a las religiones diferentes aparta y discrimina». «Los creyentes tienen el derecho a existir y a expresarse, esto responde a la libertad de conciencia».
En realidad no solo se trata del accionar de gobernantes y del trabajo en conjunto; la cuestión roza por el desconocimiento de algunos (creyentes y no) a la hora de respetar hábitos y reglamentos en centros educativos y laborales, así como en la gestión de recursos con corte religioso. Esto fue expresado por algunos de los participantes.
«Los musulmanes tenemos muchos beneficios, pero también algunas trabas», comentó Ibrahim Michael, representante de la comunidad islámica en Santiago de Cuba.
«No estamos ajenos a algunos de los problemas planteados. Aún no estamos reconocidos como institución, pero en los ocho años de existencia en la provincia, nunca se nos ha prohibido el derecho a reunirnos o emitir nuestros criterios.
«Por otra parte, para algunas mujeres, que deben cubrir su rostro con velos, ha resultado difícil hacer tramitaciones legales ya que se desconoce esta costumbre. Las barbas largas en los hombres también ha sido un inconveniente a la hora de ejercer su profesión o asistir a clases. En todos los casos se ha llegado a un entendimiento y resuelto el problema».
A pesar de todo lo que queda por perfeccionar, en la Cuba de hoy no se persigue a nadie por profesar una fe. Hay que continuar fomentando el diálogo desde ambas partes y brindando seguridad y aceptación a las comunidades religiosas, enfatizó Ibrahim.
Como bien se refleja en el documento presentado: … falta mucho camino por andar, pero hemos caminado varias millas en un marco constructivo.
Poner a raya la indisciplina no es solo necesario, sino imperioso. Integremos ese equipo llamado conciencia, que reclaman la vergüenza y el sano juicio
Hubo un día en que La Habana, todavía en primera fase de la desescalada por la pandemia, amanecía con la feliz noticia de que no se reportaban nuevos casos positivos. Los ánimos, entonces, se dispararon, puesto que el esperado cero marcaba el resultado del esfuerzo descomunal de un país, dígase, entre muchos trabajadores, el de sus médicos, en primer orden.
Hoy los rostros no son los mismos.La preocupación aumenta por estos días a la par de las cifras y mellan el arrojo de tanta entrega. Imperdonables resultan los fallos que a causa de irresponsables y descreídos han modificado los resultados alcanzados; desconsideraciones insolentes frente a un sistema de Salud y de gestión del Estado cubano, aplaudidos por la eficiencia de su cometido, incluso por los que se empeñan en ver tachaduras en un escenario sanitario cada vez más admirable.
Llega entonces el «hay que hacer», el «tienen que tomar medidas», como si desterrar la desobediencia fuera solo asunto de unos cuantos. Para nadie es un secreto que las disposiciones legales y autoridades policiales tienen –tal como se hace desde el primer día– un gran peso en el cumplimiento de las orientaciones; sin embargo, es impensable que la solución descanse solo en la aplicación de multas o procurando que los agentes del orden púbico estén donde cada indisciplina. Basta asomarse al balcón, o transitar nuestras calles, para contemplar, en un entorno perfectamente apacible, donde no tiene por qué estar la policía, a dos o tres conversando, uno casi sobre el otro, ¡sin nasobuco! –elemental barrera de contención de la saliva–, o compartiendo un trago desde el mismo vaso, o hasta de la misma botella. ¿Habrá realmente un policía para cada uno de esos casos?
Hay dos bandos. En el primero, cuentan los que se protegen y protegen a su familia, a compañeros y vecinos en las buenas prácticas de higiene y distanciamiento, los que contribuyen a la disipación del virus; los que reverencian con disciplina el desvelo del personal de la Salud y valoran la dicha de vivir en Cuba, cuando el mundo sufre a diario escenas sobrecogedoras.Los otros, los que apenas se informan, los irreverentes que cuquean el peligro propio y el que se cierne sobre el otro; los que permiten que se les hable arriba, y sin nasobuco; los que se saben atendidos si el virus toca a su puerta; los más aburridos que nadie, que necesitan asistir a la fiesta que otro apesadumbrado prepara.
Poner a raya la indisciplina no es solo necesario, sino imperioso. Integremos ese equipo llamado conciencia, que reclaman la vergüenza y el sano juicio.
“Y ELLOS TIENE UNA SOLA POLÍTICA: LIMITAR LAS SALIDAS LEGALES; ESTIMULAR LAS SALIDAS ILEGALES, CREAR TODA UNA ORGANIZACIÓN PARA APOYAR A LOS QUE SALGAN ILEGALMENTE DE CUBA.”
Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz Comparecencia televisiva, 5 de agosto de 1994
Durante décadas a partir del triunfo de la Revolución, la emigración ilegal desde el territorio cubano hacia la Florida ha sido fomentada por una política migratoria manipulada por el Gobierno de Estados Unidos, ejecutada con la participación de sus servicios de inteligencia, con el accionar de la contrarrevolución de origen cubano y con la intervención de las principales organizaciones contrarrevolucionarias que operan contra Cuba desde Miami.
Después del derrumbe del campo socialista europeo en 1989 y la desintegración de la Unión Soviética a finales de 1991, comenzó para Cuba el denominado Periodo Especial en Tiempos de Paz, cuando la economía cubana se vio significativamente afectada, ya que el 85 por ciento de su intercambio comercial era con la URSS. El Producto Interno Bruto cayó un 35 por ciento y el Gobierno Revolucionario disminuyó su capacidad de compras de 8,139 millones de pesos en 1989, a solo dos mil millones en 1993.
El 1ro de julio de 1993, fuerzas de Tropas Guardafronteras capturaron la lancha Midnight Express cuando arribó clandestinamente a las costas del poblado de Cojímar, al este de La Habana, con la intención de recoger a un grupo de personas que esperaba para ser trasladados a la Florida.
Durante la operación de captura se produjo un intercambio de disparos y como consecuencia de este hecho se reportaron tres ciudadanos muertos y varios heridos, incluyendo el estadounidense Ricki Robert Hoddynot, quien declaró que recibía una fuerte suma de dinero por cada una de las personas que conducía hasta la Florida.
Aprovechando la complejísima situación económica por la que atravesaba nuestro país, varias emisoras de radio subversivas con base en el territorio estadounidense, concentraron sus programaciones en el fomento de las salidas ilegales y el éxodo masivo, con el propósito de crear una imagen de desestabilización e ingobernabilidad, que pudiera ser utilizada por el Gobierno de Estados Unidos como pretexto para tratar de justificar otras medidas más radicales.
Secuestros de embarcaciones
El 13 de julio de 1994 en el puerto de La Habana se produjo el secuestro del remolcador 13 de Marzo, y a causa de un accidente que sufrió perecieron ahogados 41 cubanos de distintas edades que trataban de abandonar el territorio nacional clandestinamente.
El26 de julio, un grupo de elementos antisociales portando una pistola y varios cuchillos, secuestró la lancha Baraguá, una de las pequeñas embarcaciones que garantizaban el transporte de pasajeros entre los poblados de Casablanca y Regla con el Muelle de Luz, en La Habana.
Al iniciarse la persecución por el remolcador Polargo 2 y una lancha de Tropas Guardafronteras, los cabecillas amenazaron con dar muerte a una pasajera de 17 años de edad, y advirtieron que si se acercaba la patrullera iban a volar la embarcación con todos los que se encontraban a bordo.
Ocho pasajeros, que no querían verse involucrados en una aventura como esa, se tiraron al mar. Acto seguido, a otros dos los propios secuestradores los lanzaron en contra de su voluntad.
La lancha patrullera se limitó a perseguir la embarcación y con el propósito de evitar un accidente, no ejecutó ninguna acción, sin embargo, sus tripulantes socorrieron oportunamente a las personas que cayeron al mar.
Cuando se encontraban a unas 36 millas de las costas cubanas, la lancha Baraguá fue interceptada por una embarcación del Servicio de Guardacostas de Estados Unidos que recogió las quince personas que se encontraban a bordo, y ocupó las armas de los secuestradores.
A principios de agosto, incitados por la propaganda subversiva transmitida por estaciones de radio anticubanas con sede en la Florida, y estimulados por cabecillas de grupúsculos contrarrevolucionarios patrocinados por la Sección de Intereses Norteamericanos (SINA), en La Habana, una multitud entre la que por su comportamiento se destacaban los elementos antisociales, se fue concentrado a lo largo del Malecón habanero, a la espera de aprovechar cualquier otra oportunidad para secuestrar una embarcación y abandonar el país.
El 3 de agosto, en la bahía de La Habana, se produjo el secuestro de la lancha denominada La Coubre. En esta ocasión los cabecillas estaban armados con una pistola, un revólver, una granada de mano y varias armas blancas. Unidades del Servicio de Guardacostas de Estados Unidos recogieron en alta mar a los secuestradores y a poco más de cien pasajeros. Por su parte las lanchas de Tropas Guardafronteras rescataron a los 76 que decidieron regresar, incluyendo 34 hombres, 28 mujeres y 14 niños.
El 4 de agosto, con el objetivo de abandonar el territorio nacional otro grupo de personas volvió a secuestrar la lancha Baraguácuando realizaba el recorrido entre el Muelle de Luz y Regla, utilizando las mismas amenazas y similares recursos: pistolas, granadas y armas blancas. En esta ocasión el suboficial de la Policía Nacional Revolucionaria Gabriel Lamoth Caballero se enfrentó valientemente a los secuestradores, pero fue asesinado por varios elementos antisociales que viajaban a bordo.
Unas horas más tarde, cuando a la embarcación se le agotó el combustible, quedaron a la deriva. Al ver fracasados sus intentos de intimidación, los secuestradores decidieron entregarse, y la lancha con todos sus pasajeros fueron conducidos por los combatientes de Tropas Guardafronteras a un puerto seguro.
El 7 de agosto se realizaron las honras fúnebres del oficial Gabriel Lamoth Caballero. El acto fue presidido por el Segundo Secretario del Comité Central del Partido General de Ejército Raúl Castro Ruz, quien denunció que la política migratoria de Estados Unidos era culpable de los secuestros de embarcaciones donde morían personas inocentes.
La gota que colmó la copa
El 8 de agosto en el Mariel se produjo el secuestro del Ferrocemento 5034 perteneciente a la Unidad Militar 4349, de la Marina de Guerra Revolucionaria, donde fue asesinado el teniente de navío Roberto Aguilar Reyes.
La embarcación fue dirigida hacia la fábrica de cemento La Arenera donde la esperaban cerca de treinta personas para abordarla. Cuando se encontraban a unos sesenta metros de la costa, el asesino obligó a lanzarse al agua a los tres marineros que se encontraban a bordo, poniendo rumbo a la salida de la bahía del Mariel.
A pesar de la información suministrada oportunamente por la Jefatura de las Tropas Guardafronteras a la Dirección del Servicio de Guardacostas de Estados Unidos, acerca del secuestro de la embarcación y el asesinato del oficial de las FAR, una de sus unidades de superficie estadounidenses interceptó la embarcación secuestrada y recogió a las 26 personas que viajaban a bordo, incluyendo al asesino Leonel Macías González. Inmediatamente todos los pasajeros fueron trasladados hasta Cayo Hueso.
El 10 de agosto el portavoz del Departamento de Estado Michael Mc Curry se apresuró, al declarar que no tenían conocimiento de la muerte de un oficial cubano, que no habían encontrado armas ni personas uniformadas en la embarcación, y que carecían de pruebas para confirmar el crimen, y determinar qué hacer con los 26 cubanos.
Unas horas después el cadáver del oficial cubano emergió acusadoramente de las aguas de la bahía del Mariel, y más tarde los televidentes pudieron apreciar que Leonel Macías bajó a tierra firme en Cayo Hueso vistiendo el uniforme militar que había mancillado con su traición.
Al día siguiente el diario The New York Times recomendó al Gobierno de Estados Unidos que suavizara las sanciones económicas contra Cuba y cambiara su política migratoria, y afirmó que las autoridades norteamericanas estaban atrapadas en un dilema que había sido creado por ellos mismos.
La respuesta de la Revolución
El 11 de agosto el Gobierno Revolucionario decidió permitir que abandonara el territorio nacional todo ciudadano que lo deseara.
Esa noche, en una de sus comparecencias por televisión, Fidel expresó: “Discutir en serio el asunto, ir al fondo de los problemas, implica discutir la cuestión del bloqueo, implica ponerle fin al bloqueo, implica ponerle fin a esa política de constante exhortación al terrorismo y a las salidas ilegales, implica resolver la cuestión de la famosa Acta de Ajustes Cubanos de 1966, que les concede a los cubanos privilegios que no se le conceden a nadie en materia de emigración y que legitima la emigración ilegal de los ciudadanos cubanos.”
Otro intento de secuestro y una frustrada salida ilegal masiva
El 14 de agosto, en el puerto del Mariel, un numeroso grupo de personas con la complicidad del capitán de la nave, de origen griego, abordaron el buque tanquero Jussara de bandera maltesa, que actuaba como embarcación de cabotaje transportando petróleo entre diferentes puntos costeros de la Isla.
El Comandante en Jefe Fidel Castro volvió a aparecer en el lugar de los hechos y después de informarse de lo acontecido, se interesó por conocer la situación de los niños que habían sido llevados a bordo y alertó que no podían faltarles alimentos ni leche.
Al día siguiente, las autoridades cubanas anunciaron la salida voluntaria de todos los ciudadanos que habían ingresado a la embarcación y no se tomó ninguna medida contra ellos, pero los principales responsables sí fueron investigados y tuvieron que responder por el delito cometido.
Nuevas restricciones y un nuevo acuerdo migratorio
El 26 de agosto el presidente norteamericano William Clinton recibió en la Casa Blanca a varios representantes de la mafia anticubana de la Florida, entre ellos a Jorge Mas Canosa, principal cabecilla de la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA). Como consecuencia de este encuentro fueron aprobadas nuevas restricciones de los viajes a Cuba de los cubano-americanos residentes en ese país, del envío de las remesas familiares, y el incremento de las transmisiones ilegales de Radio Martí y TV Martí.
El 9 de septiembre la Administración estadounidense se vio obligada a firmar un acuerdo migratorio con Cuba. Una vez más los planes desestabilizadores del Gobierno de Estados Unidos y sus aliados externos e internos, fueron frustrados por una política de principios caracterizada por la firmeza de la Revolución cubana.
Conclusiones
Alrededor de estos hechos, y de otros ocurridos en 1994, voceros de la Casa Blanca y representantes de la extrema derecha de origen cubano en Miami trataron de responsabilizar al Gobierno Revolucionario con la situación interna y la emigración ilegal, y aseguraron que la política de Estados Unidos hacia Cuba no iba a cambiar.
Han transcurrido veintiséis años desde entonces y hoy el proceso revolucionario cubano continúa adelante, contando con el apoyo de la inmensa mayoría de nuestro pueblo, a pesar del terrorismo, de la guerra económica, incluyendo el injusto bloqueo económico, comercial y financiero, y de una obstinada política migratoria impuesta por sucesivos gobiernos estadounidenses, que todavía hoy día afectan a los ciudadanos de ambas naciones.
Permanece en los espacios que humanizó, en la conciencia de la gente noble que recibió su impronta, en el arte de firmas legítimas que él contribuyó a fecundar, e igualmente en el pueblo que consideraba objeto cimero de sus imaginaciones y sus actos
Respeto y admiración de los agradecidos, durante el homenaje a Eusebio Leal este sábado. Foto: Ariel Cecilio Lemus
Eusebio Leal queda para todos, en Cuba y el mundo, como lo que siempre fue: un humanista ejecutor. Desde su perspectiva –signada por una formación cristiana y la condición del patriota afirmado en conocimientos históricos adquiridos por estudios, investigaciones y vivencias– logró convertir la vocación de servicio en cruzada mayor para el bien de sus coterráneos de la capital cubana, donde llegó a sembrar contiendas trascendentales. Su manera de hacer y de decir estuvo marcada por lo sensible, comunicativo, creador y carismático de la individualidad. No fue ángel desconectado de conflictos y pasiones de la existencia terrenal, ni hombre de caminos cifrados y quicios conocidos, sino buscador perenne del mejoramiento humano y la humanización del contexto vital necesario a gente numerosa.
De saber enciclopédico, educación esmerada y proverbial decencia, se ocupaba con atención constante de aquellos detalles que daban sentido a cada proyecto bajo su conducción. Era amante de lo bello y se mantuvo siempre fiel a las razones que había recibido de forjadores y defensores de la nacionalidad nuestra. Quien llevó a inusitadas proyecciones su responsabilidad como Historiador de la Ciudad de La Habana –cuyo ejercicio de la profesión elegida supuso colocarla en vías instrumentales y hasta empresariales–, entendía el trabajo como mandato, placer y épica seguida por colaboradores que lo comprendieron y se adecuaron a su estilo elegante de dirección. Eusebio hacía para indicar faenas; dialogaba para esclarecer los fines y mostrar los colores del horizonte prefigurado; invitaba a reconstruir la realidad de diferentes épocas y medulares tradiciones; y así mismo imaginaba programas que agrupan facetas habitacionales, históricas, demográficas, científicas, literarias y artísticas del espacio social sentido como cultura.
Recuperar una Habana casi perdida por causas disímiles, no era –para él– convertirla en frío depósito urbanístico, donde inmuebles, muebles e imágenes fueran reconstruidos en su cuerpo originario solo para ser contemplados.
Quería una ciudad viva por la presencia y acción de cuantos la ocuparan, así como de aquellos otros que le aportaran relieve por conducto de lo artesanal y el arte visual, la música y las letras, lo museográfico y la danza, el teatro y cuanto permitiera darnos la certeza de lo que somos, de dónde venimos y hacia dónde nos encaminamos.
Convocaba a labrar la maravilla, trascender penurias cotidianas, amar cada piedra y quedarnos en éxtasis ante la revelación de una vieja huella, el documento esclarecedor, la decoración descubierta, o esa fotografía sepia que introduce el pasado en las coordenadas del presente.
Conocí a Eusebio a finales de 1968 en la Plaza de Armas, cuando aún yo estudiaba pintura en la Escuela Nacional de Arte de Cubanacán. Entonces también me iniciaba como crítico de artes plásticas en el diario Granma y en la Revista Cuba Internacional; y él recién había asumido funciones en la Oficina del Historiador de la Ciudad. Pero ya traía consigo valiosos proyectos para darle vida útil al Centro Histórico habanero. En esa ocasión me habló de su interés por hallar piezas testimoniales que nutrirían el Museo fabuloso que levantó en el antiguo Palacio de los Capitanes Generales.
También recordamos cómo Roig de Leuchsenring llevó para la acera de su entidad obras de Carlos Enríquez, de una exposición prohibida por la directiva del Lyceum vedadiense. El modo suyo de apreciar la relación entre Arte e Historia Social, como diálogo enriquecedor entre dos espejos, devino constante en conversaciones que tuvimos cuando trabajé muy cerca de él: en la Dirección de Artes Plásticas del Consejo Nacional de Cultura establecido en el Palacio del Segundo Cabo.
Hay variadas anécdotas que podrían contribuir a describirlo. Pero solo quiero referirme aquí a una ocurrida en la tarde en que fue inaugurado el Museo de la Ciudad. Estábamos conversando cerca de la escalera Carlos Rafael Rodríguez, René Portocarrero y yo, cuando de repente apareció Eusebio relatándonos algunos de los avatares de la preparación de ese ámbito conservador de la memoria palpable. De inmediato Carlos Rafael lo caracterizó, al decirle: «Eres un conquistador». Y así fue en verdad. Eusebio conquistó con seguridad y tesón todo cuanto materializó. Sus conquistas incluyeron hasta la estructuración de un tejido de gestión, exhibición y circulación del tesauro simbólico de todos los tiempos, iniciado a mediados de los 70 con los famosos Sábados de la Catedral, que constituyeron sana ocasión para el disfrute masivo de la sociedad.
Las preocupaciones de Leal por sembrar un grupo de estudios para artistas, centros y galerías de arte en el entramado de la vieja urbe puesta a tono con los tiempos nuevos, consolidaron aún más su comunicación con los artífices de la visualidad, lo que se hizo patente mediante el peso cultural de la Revista Opus Habana y la emisora Habana Radio. Eusebio visitaba con frecuencia el edificio de Mercaderes número 2, en la esquina de la Plaza de la Catedral, porque allí vivían y creaban sus obras escritores, teatristas y pintores reconocidos. En ese sitio estuvo mi primer taller de arte entre 1975 y el año 2009, cuando empezó a desplomarse y tuve que irme a trabajar para una edificación colonial terminada de restaurar en la calle Paula (hoy nombrada Leonor Pérez), que Eusebio decidió entregarme, porque veía en mí una «mística martiana». Y es que existió una verdadera conexión de vasos comunicantes entre él y hacedores innumerables de las visiones y los objetos de naturaleza imaginativa.
Eusebio comprendió a los artistas, porque él mismo era un Artista. Fue Artista por la capacidad de soñar lo posible y lo imposible, dentro de la restauración y remodelación de partes significativas de la capital cubana. E igual por su refinada sensibilidad. Artista peculiar, que al unir la razón con la formalización palpable de lo hermoso puesto en movimiento en La Habana Vieja, aportó un canon adaptable para muchas ciudades del país. Artista de la palabra y del ajuste de la subjetividad con los procesos complejos de la historia. De ahí que permanezca en los espacios que humanizó, en la conciencia de la gente noble que recibió su impronta, en el arte de firmas legítimas que él contribuyó a fecundar, e igualmente en el pueblo que consideraba objeto cimero de sus imaginaciones y sus actos.
Por eso y mucho más, en el caso de Eusebio Leal se cumple con precisión la sentencia de José Martí: «La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida». Él solamente acaba de partir hacia la historia y la leyenda.
PRECISIONES
La Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana habilitó este lunes una versión digital del libro de condolencias (al cual puede acceder a través de esta información publicada en http://www.granma.cu) por la muerte del eminente historiador cubano Eusebio Leal, fallecido el pasado 31 de julio.
La propuesta busca que las personas que no pueden ir al Museo de la Ciudad de La Habana en el Palacio de los Capitanes Generales tengan la posibilidad de expresar sus impresiones y afectos hacia el Historiador de La Habana por medio de esta vía.
Desde la red social Facebook, la entidad agradeció las muestras de cariño e iniciativas que, en Cuba y en muchas partes del mundo se le han profesado a Eusebio Leal.
El libro se suma a las diversas acciones que han rendido tributo en los últimos días al entrañable intelectual.
Las honras fúnebres del destacado intelectual tendrán lugar en el Capitolio Nacional una vez controlada la epidemia de la covid-19.
La Corporación Cimex ha diseñado una serie de medidas de supervisión y control para enfrentar a los revendedores y acaparadores, entre las que se encuentra la disposición de supervisores a unidades comerciales con venta de productos que generan conductas de acaparamiento
De mano en mano, como una cadena, los precios se multiplican para beneficio de unos y en detrimento de otros. Foto: Osval
Múltiples han sido las llamadas de alerta sobre el tema pues, cuando se trata de coleros, revendedores y acaparadores, estamos en presencia de un problema que nos afecta a casi todos y echa por tierra los esfuerzos que hace el país por garantizar a la población artículos básicos, en medio de una compleja situación económica.
Casi siempre son los mismos rostros, que repiten una y otra vez en las colas, y terminan comprando tres o cuatro veces lo que debía haber sido una sola adquisición, para luego revender esa mercancía a un precio exorbitante. También están los que marcan y venden los turnos y se benefician desvergonzadamente de la necesidad de otros.
Incluso, el tema adquiere otros matices, si hablamos de los que entran directamente al piso de venta o almacén, sin hacer espera alguna, y se hacen de disímiles artículos –frecuentemente los más demandados como alimentos y aseo– y pagan en la caja sin que haya una regulación de su compra. Claro, esto siempre en complicidad con algún personal del propio establecimiento.
Así pudieran esgrimirse otros ejemplos y situaciones, pero al final la cuenta es la misma: se trata de una actividad ilícita, a la que debe ponerse coto sin pasividad alguna. Sin embargo, para ello, no solo basta la denuncia oportuna de la población, también es necesario el accionar de las fuerzas del orden público y, sobre todo, de las tiendas y comercios donde se producen estos hechos.
Con tal propósito, la Corporación Cimex ha diseñado una serie de medidas de supervisión y control para enfrentar a los revendedores y acaparadores, entre las que se encuentra la disposición de supervisores a unidades comerciales con venta de productos que generan conductas de acaparamiento.
Asimismo, se determinó aplicar controles integrales a sucursales y complejos territoriales con reclamaciones y quejas de la población, así como la capacitación del personal que labora directamente en unidades comerciales y áreas administrativas, según la información publicada por Cimex en su cuenta de Facebook.
Por otra parte, queda prohibido en la comercialización minorista reservar a clientes turnos y mercancías en pisos de venta y almacén, vender mercancías fuera del horario establecido en las unidades, divulgar cualquier tipo de información sobre los productos en almacén y los procedimientos internos de trabajo, además de recibir mercancías sin las facturas correspondientes.
No aplicar las circulares de precio de manera oportuna, vender artículos a los clientes con propiedades y garantías en blanco y sin la presentación del carné de identidad, y la compra por trabajadores de productos en las unidades comerciales donde laboran, forman parte también de las prohibiciones aplicadas.
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