Por: Indira Ferrer Alonso/ Sierra Maestra
Las doctoras Marbelis, Marlene y Lisandra enfrentaron la Covid-19 desde la zona roja del Hospital Militar Joaquín Castillo Duany, el centro que acogió a los casos confirmados de Guantánamo, Santiago de Cuba y Granma, desde el inicio de la epidemia.
“El 12 de marzo recibimos el primer paciente. Para mí, como oficial y médica, los sacrificios forman parte del día a día, pero esa situación exigía mucho más de lo que normalmente hacemos. Nos enseñó a organizarnos más, a trabajar para erradicar las deficiencias, a luchar más por el ser humano… fue una experiencia única.
“Y siempre digo que nuestros resultados son también obra de Fidel por su legado en la Salud, en el desarrollo científico y en la organización de la sociedad. El Comandante nos enseñó a prepararnos para cada batalla; y gracias a eso Santiago de Cuba ha tenido muy buenos resultados”, aseguró la Mayor Marbelis Suárez Castañeda, especialista en Psiquiatría, integrante de la primera brigada que atendió a personas infectadas con SARS-COV-2 en la institución.
La doctora Mayor Marlene Fong Ocejo, fue la jefa de Cuidados Intensivos de la tercera brigada y estuvo 48 días en zona roja. Recientemente recibió el Sello conmemorativo 60 Aniversario de la FMC por la meritoria labor desempeñada en aquellas jornadas.
“Nos enfrentamos a una enfermedad nueva con mucho temor, pero estábamos allí para hacer nuestro trabajo con la misma premisa con que lo hacemos a diario: salvar vidas.
“Uno de los pacientes que más nos impactó fue el chofer de transporte público, con el que enfrentamos situaciones duras. En ocasiones estuvimos hasta 48 horas sin dormir para poder afrontar todas las complicaciones que presentaba.
“Era un paciente hipertenso, con distrés respiratorio muy severo: había que ponerlo en una ventilación prono (bocabajo), y era difícil moverlo por su obesidad… casi todas éramos mujeres.
“Su recuperación es fruto del trabajo en equipo; nuestra mayor fortaleza fue la unión del colectivo y del análisis que hacían los expertos que estaban fuera, y nos daban ideas…”, recordó la doctora.
Una niña de tres años en casa y el deseo de regresar sana después del deber cumplido, alentaban cada paso de la Teniente Lisandra Téllez Palacios cuando entró a la zona roja.
“Estábamos trabajando aquí, como de costumbre, y nos avisaron que íbamos a recibir el primer caso confirmado. No era una sorpresa, en realidad nos preparamos para eso, pero para mí fue impactante.
“Llamé a mi mamá y le dije que iba a entrar ‘a la Covid’ y recibí su apoyo;cuidó a mi hija todo el tiempo que estuve en el Hospital y en Villa Turquino, que fue el centro de aislamiento donde guardábamos cuarentena cada vez que salíamos del servicio.
“En lo profesional fue una experiencia enriquecedora porque aprendimos mucho; y en lo personal fue difícil. Cuando estábamos en Villa Turquino contábamos los días con el temor de que aparecieran los síntomas de la enfermedad, pero nadie contrajo el virus porque fuimos muy disciplinados. Ojalá no haga falta, pero estamos preparados para volver a enfrentar a la Covid”, dijo la especialista en Medicina Interna.
Las que ofrecen el corazón cuando parece que todo puede perderse no van por la vida ostentando méritos, sino guardando para sí los quebrantos del sacrificio; no anuncian sus aciertos ni buscan aplausos. Así andan por esta ciudad, por este país, las que crean, fundan y aman.
Uno las reconoce en cualquier sitio porque hay respeto y admiración en torno a su talento y los otros las señalan si hay que hablar de los mejores. Fue así como Marbelis, Marlene y Lisandra se convirtieron en protagonistas de estas líneas.
El 2020 pasará a la historia de la humanidad como el año en que una enfermedad desconocida cobró cientos de miles de vidas.
A estas santiagueras, como a tantas cubanas, les quedará la satisfacción de haberse batido cara a cara con la muerte, y salir vencedoras en casi todas las batallas.