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Por Joel Macías Rivas*
El abuelo papá Juan no fue muy dado a los regalos y mucho menos a obsequiar con juguetes a los muchachos, él, ahora lo comprendo mejor, prefería que “jugáramos” a la verdad: narigoneando las yuntas de bueyes, pastoreando las vacas allá por la orilla del río, buscándole las malojas a los caballos y cuando más y por poco tiempo, nos dejaba jugar un rato a las balinas. Así transcurrió parte de mi infancia sin conocer ni disfrutar del placer “imaginado” de poder ser dueño de un juguete de calidad. Sigue leyendo