Scarlett Lee
Un poco de historia…
A lo largo de los años numerosos factores históricos han intentado impedir la integración de la América Latina. Entre ellos, la deformación estructural de las economías de los países del continente, la falta de voluntad política de algunos pueblos y sus gobiernos, la persistente oposición de las oligarquías nacionales y principalmente, la acción desintegradora de los Estados Unidos.
Sin embargo, múltiples y diversos han sido los proyectos erigidos en aras de alcanzar la integración latinoamericana; destacándose entre estos la Comunidad Andina de Naciones (CAN) fundada en 1969, la Comunidad del Caribe (CARICOM) en 1973, la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) en 1980, el Mercado Común del Sur (MERCOSUR) en 1991, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de nuestra América (ALBA) en 2004 y la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) en 2008.
Proyectos que sirvieron como antecedentes para que en diciembre del año 2011, en la denominada “Cumbre de Caracas” constituida por la XXII Cumbre del Grupo de Río[1] y la III Cumbre de América Latina y el Caribe sobre Integración y Desarrollo (CALC)[2]; fuera creada la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC); como un mecanismo independiente de la Organización de Estados Americanos (OEA), integrada por los 33 países de la región y sin la presencia de los Estados Unidos y Canadá para hacer valer su identidad.
El escenario actual y los retos
Dos años después el desafío tiene su sede en la Habana los días 28 y 29 del presente mes, donde se darán cita los presidentes de todos los países miembros para celebrar la II Cumbre de presidentes de la CELAC. Muchas son las expectativas y muchos también los retos que le esperan a esta organización que defiende como premisa la creación de un espacio común donde estructuras económicas, políticas y sociales diversas converjan; siempre sobre la base del respeto a las diferencias y expresiones culturales heterogéneas.
Una tarea inmensa en medio de un escenario geopolítico internacional complejo, caracterizado por la crisis de credibilidad de los Estados Unidos, la declinación europea, el cambio de modelo económico de China y la persistencia de un sistema económico mundial concentrador y generador de desigualdades que, al decir de Carlos Chacho Álvarez (“Los retos de América Latina y el Caribe”, publicado en Granma, 20.01.2014): …” interpelan la voluntad política, la imaginación y la persistencia de los latinoamericanos y caribeños a conformar un espacio común constituido con base en un aumento de los intercambios y el comercio intrarregional, mejores infraestructuras, políticas productivas, industriales y tecnológicas compartidas y complementarias, y planes educativos, sociales, ambientales y culturales… que demuestren que es posible comenzar a desarrollar políticas públicas regionales”.
Chacho Álvarez- quien se desempeña como Secretario General de la Asociación Latinoamericana de Integración-, también señaló en su artículo que la interdependencia mundial es un desafío a perfilar nuestra singularidad, como estrategia para defendernos y desarrollarnos frente a las incertidumbres de una globalización desbocada, poniendo al descubierto el valor comunitario de las inmensas riquezas de nuestros países y para coprotagonizar un cambio de paradigma en respuesta a un modelo civilizatorio en decadencia y crisis.
Un esfuerzo considerable demanda la CELAC, una labor que irá perfeccionándose y ya avanza a pasos agigantados con el legado de José Martí, Simón Bolívar, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz y el eterno Comandante Hugo Chávez como banderas de lucha.
Es la hora del recuento y de la marcha unida y la Cumbre tiene por delante el reto de “reconocer y diferenciar si América Latina vive una importante época de cambios o va a ser protagonista y actor colectivo de un cambio de época”.
[1] Mecanismo Permanente de Consulta y Concertación Política surgido el 31 de diciembre de 1986.Unión de los países que trabajaron por alcanzar la paz en Centroamérica en los años 80. Uno de los mecanismos más efectivos impulsados por la región para proteger sus intereses e impedir la intervención.
[2] Creada por iniciativa del entonces presidente de Brasil, Ignacio Lula Da Silva.
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