Rosa Miriam Elizalde
Una nueva investigación de AP marca un giro en la rocambolesca historia de los supuestos ataques sónicos contra diplomáticos de EEUU en La Habana.
La nota, publicada hoy, da miles de vueltas, pasa por la “cortina de hierro” y la guerra fría, va y viene. Pero si se limpia con una buena guadaña la paja retórica, se encuentran frases en el despacho noticioso que parecen acercarse a la verdad de esta trama insólita:
Fueron los espías estadounidenses en La Habana, que trabajaban bajo cobertura diplomática, los que reportaron oír extraños sonidos y sufrir efectos físicos.
La cronología exacta de los acontecimientos sigue sin estar clara.
La administración Trump no dijo toda la verdad: ha dicho de forma general que las 21 víctimas eran personal de la embajada de Estados Unidos o “miembros de la comunidad diplomática”. Esa descripción sugirió que sólo los diplomáticos de buena fe y sus miembros de la familia fueron afectados, sin ninguna motivación lógica más allá de interrumpir las relaciones entre ambos países.
Tras bambalinas los investigadores inmediatamente comenzaron a buscar explicaciones en el mundo más turbio del espionaje y el contraespionaje.