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Sergio Alejandro Gómez*
El desfile de modas de Chanel y la filmación de la octava parte de Rápido y Furioso en La Habana, entre otros acontecimientos de la Cuba posterior al deshielo con Estados Unidos, no constituyen problemas políticos en sí mismos; son, eso sí, preocupantes síntomas de una crisis en la comunicación política.
La filmación de un blockbuster de Hollywood, con helicóptero incluido, o cerrar el Paseo del Prado para exhibir la colección crucero de la conocida casa francesa, difícilmente logren tumbar una Revolución, mucho menos la cubana.
Pero la forma en que se interpretan esos acontecimientos, dentro del proceso de cambios que definirá el destino de 11 millones de personas, sí puede trastocar el consenso social que ha sostenido el país por más de medio siglo, que está en franco proceso de renegociación. Sigue leyendo