Por: Miguel Crúz Suárez

El personaje oficial, el cuadro político, el simple dirigente del barrio, el que alguna vez dirigió y ya no lo hace, e incluso los miembros de las instituciones del orden o la legalidad, se han convertido en blanco predilecto a la hora de armar los personajes más ridículos o los que asumen roles negativos en muchas de las producciones audiovisuales cubanas de los últimos tiempos.
Es real que el humor criollo, el costumbrismo y el teatro vernáculo, siempre se han nutrido de todas las facetas de la vida política y social cubana, pero de esto a convertir en comodín humorístico (a veces no tan humorístico) todo cuanto “huela” a institucionalidad creo que es demasiado hiriente para miles de personas que asumen con mucho sacrificio aquellas tareas, que por lo general, nunca quieren ser tomadas por los más críticos. Sigue leyendo