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Por: Miguel Crúz Suárez

Tersites

El personaje oficial, el cuadro político, el simple dirigente del barrio, el que alguna vez dirigió y ya no lo hace, e incluso los miembros de las instituciones del orden o la legalidad, se han convertido en blanco predilecto a la hora de armar los personajes más ridículos  o  los que asumen roles negativos en muchas de las producciones audiovisuales cubanas de los últimos tiempos.

Es real que el humor criollo, el costumbrismo y el teatro vernáculo, siempre se han nutrido de todas las facetas de la vida política y social cubana, pero de esto a convertir en comodín humorístico (a veces no tan humorístico) todo cuanto “huela” a institucionalidad creo que es demasiado hiriente para miles de personas que asumen con mucho sacrificio aquellas tareas, que por lo general, nunca quieren ser tomadas por los más críticos.

De solo pasar la mirada por decenas de películas, puestas televisivas o teatrales cubanas de los años recientes, es perceptible como se les asignan a estos personajes guiones sin muchos matices, que los reducen a personas torpes, incultas, desfasadas o tontas, que de inmediato ganan para si los sentimientos de repulsa y burla en los espectadores, justamente lo que se busca cuando son diseñados.

No hago una defensa a ultranza de los cuadros de dirección o las autoridades, en los que subsisten muchos problemas y a veces no emplean los métodos más correctos para enfrentar determinadas situaciones, pero no concuerdo con la superficialidad que se le otorga al tema y creo que la vida y la cotidianeidad de estas personas da para mucho más en materia de estructura de los personajes; lo cual permitiría, sin detrimentos al humor inteligente, un equilibrio más constructivo.

No me parece adecuado encasillar siempre en los llamados roles negativos, a la figura de la autoridad oficial, porque el arte traslada y entroniza estereotipos y a la larga la gente terminará por asociar dichas autoridades, sin excepciones, con la chapucería e incluso con el fracaso. Más valdría, creo yo, diversificar y enriquecer la crítica sin que lo grotezco sea la norma.

Tomado del blog Sumando Ideas